Crítica de Anna Karenina
Poco importa que quien se disponga a ver esta nueva versión de Anna Karenina haya leído con anterioridad el libro de Tolstoy; o que haya visto las películas precedentes (desde la de Brown, dirigida en 1935 y con Greta Garbo, a la tv-movie de los dos miles). Al final, lo que va a ver es una nueva película de Joe Wright. Poco importa que esta revisión del clásico se estrene en 2013 abriendo la puerta de par en par a una actualización en clave moderna del mismo. Al final, aquí se viene a ver una película de Joe Wright. Y poco importa que su reparto se componga por nombres como los de Keira Knightley, Jude Law o Aaron Taylor-Johnson, actores con la fuerza suficiente como para colocarles una cámara delante de sus narices durante dos horas y dejar que sus aptitudes interpretativas hagan el resto. No, aquí se viene a ver una película de Joe Wright y es su firma, por encima de cualquier otra cosa, lo que tiene que quedar bien clarito. Un Joe Wright que en Orgullo y prejuicio se mostró de lo más contenido pero que en Expiación. Más allá de la pasión ya daba muestras de querer hacerse con el mayor protagonismo que le fuera posible. Y que para su tercera aproximación al mundo de las adaptaciones de novelas históricas llega tras haber dado rienda suelta a todas sus pijadas visuales en ese caramelo del gusto de pocos paladares (entre ellos, el mío) que es Hanna. De acuerdo, para él la perra gorda: dejemos que Wright se quede con el protagonismo de una cinta que si falla es, única y exclusivamente, por sus alocados caprichos.
Ignorando si la idea fue originalmente del propio director o del guionista (Tom Stoppard, otro experto en históricas como atestiguan los guiones de Shakespeare enamorado y Vatel), la nueva Anna Karenina trata de ubicarse en el interior de un supuesto escenario inmenso y cambiante de teatro, de manera que a través de sustituciones continuas de fondos, atrezzo y extras, se pase inmediatamente de una situación a otra, y que bambalinas e incluso plateas hagan las veces de escenarios ulteriores en los que ubicar otros tantos pasajes de la historia. Arriesgado y moderadamente original, todo ello, que infiere a los primeros minutos de metraje elevadas dosis de sorpresa sazonadas con un caos frenético (y buscado, claro) en el que personajes y localizaciones se van sucediendo a ritmo de vértigo para marcar el compás que va a emplearse en todo momento. Y que marcarán también y de manera permanente la postura del espectador. Habrá quien se deje llevar por la propuesta... y quien haya visto demasiadas veces Moulin Rouge como para sorprenderse con lo que acaba siendo un espitoso y relamido ejercicio de autor, exagerado e hipervitaminado, pero de interiores bastante desangelados.
Y es que además de aparatosa, la decisión de convertir el relato original en semejante híbrido entre cine, teatro y videoclip condena a la película a una banalización excesiva del potente drama que esconden su argumento y personajes, al imposibilitarle su desarrollo total y mantenerlo siempre por debajo del empaque visual. Dicho de otro modo, el espectador está tan preocupado por no perderse en el escenario, que se acaba olvidando de atender a la progresión dramática de sus protagonistas, lo cual no deja de ser una pena habida cuenta de la estupenda labor (y van...) de Keira Knightley. Pero no es culpa suya, sino de una película fragmentada y confusa, bonita de ver sin duda, pero de demasiado difícil seguimiento. Y encima eso, mucho menos original de lo que el propio Wright esperaba. Es inevitable pensar en Baz Luhrmann cuando en el mejor de los casos... (en Destino de caballero en los peores).
Eso no quita, por contra, que de los más de 120 minutos que dura el invento de Wright, no haya momentos de puro gozo. Si bien el juego con el escenario tarda poco en hacerse cansino y previsible, regala fogonazos de inspiración más que bienvenidos, entre los que destacan las secuencias de baile y las que suceden en bambalinas y bastidores, o en supuestos exteriores. No cabe duda de que Anna Karenina es una película más que vistosa tanto por la mano de un director que pese a todo sabe lo que se hace (difícilmente olvidable el plano secuencia de Expiación), como por la holgura de recursos que le permite disponer de un vestuario apabullante. Y claro, actores de primer nivel. No nos cansaremos de ensalzar a la Knightley, y será difícil encontrar un papel en el que Jude Law desentone; quizás aquí la única pega sea un Aaron Taylor-Johnson demasiado condicionado por su imposible teñido... En todo caso, actores de primer nivel para una película que ídem, aunque demasiado afectada por los caprichos de un director que, ahora sí, se ha pasado de la raya. Habrá quien hable de adaptación en clave posmoderna de la obra de Tolstoy. Yo la encuentro más bien tirando a trasnochada, desapasionada y sí, correcta, pero poco más.
6/10
Por Carlos Giacomelli
Enlaces relacionados
Pósters de personaje
Trailer
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios :
Publicar un comentario